Los puestos de boleadores han existido desde hace muchos años; nuestros padres y abuelos los visitaban casi a diario para mantener sus zapatos impecables. Hoy en día, no recuerdo la última vez que fui a uno, porque ya no uso zapatos de piel. Prefiero, por mucho, usar tenis para caminar al trabajo o por la ciudad.

Durante la pandemia, noté que un boleador abría su puesto todos los días sin excepción, listo para quien lo necesitara, a pesar de que en ese tiempo casi nadie salía a la calle o iba a trabajar. Me acerqué a platicar con él sobre su experiencia, el diseño tradicional del puesto y también sobre las herramientas, ceras y materiales que usa diariamente. Este tipo de conversaciones son de mis partes favoritas del proceso creativo: conocer a las personas trabajadoras detrás de estos oficios tradicionales que, poco a poco, han ido desapareciendo de muchas ciudades del mundo.

• Pieza única

• Incluye certificado de autenticidad

• Ideal para coleccionistas, amantes del arte urbano, museos y exhibiciones de arte mexicano.